martes, 5 de junio de 2012

A MI ABUELA: "La más linda de todas las flores"



"Por la calle de Alcalá, con la falda almidoná y los nardos apoyaos en la cadera... la florista viene y va y sonríe descará, por la acera de la calle de Alcalá..."

 A mi abuela, la más linda de todas las flores de mayo.

Querida abuela, desde pequeña siempre estuvíste ahí, regalándole tu cariño a mi vida, siempre independiente y trabajadora ama de casa. Recuerdo tu madrugar en la casa de Guadarrama siempre a golpe de reloj, a pesar de que yo seguía durmiendo. A las 10.00 a hacer la compra, a la una la comida. Desde el balcón te veo llegar abuela, con tu camisa negra de lunares blancos, aunque mi favorita era la de lunares de colores, tu pelo plateado, tus gafas, una falda negra de tubo y aquellas bolsas que parecían pesar tanto como la decisión con la que las traías. Recuerdo las primeras telenovelas de la sobremesa a tu lado. Cristal, La dama de Rosa, Abigail... mientras golosa paladeaba los ositos de gominola de colores que me habías comprado y, alguno, te ofrecía. En mi cabeza han quedado tus siestas cortas en la hamaca reclinable. Nunca me gustaba dormir la siesta... y me molestaba que los demás lo hicieran, quizá porque en compañía no sabía aburrirme, pero sola sí.  Pero las siestas de mi abuela eran fugaces. Cerraba los ojos, y si la miraba, los abría y ya no volvía a dormir más. Y, por ello, sentía que tenía una aliada bajo aquella insoportable solana que aturdía nuestro balcón en el mes de agosto. No hacían falta mis palabras cuando tan sólo era una niña, siempre comprendías lo que me pasaba. Defendías mis miedos ante las vecinas de mi edad que al bajar las escaleras del portal me quitaban con sorna la diadema, y yo me sentía orgullosa de tener una aliada a mi lado, tan fuerte. Cada noche de verano, dormías conmigo, nunca supe la razón, pero no entendía esa habitación sin ti al lado. Hasta un día, recuerdo llegué a preguntarte si, cuando yo no estaba, usabas también aquella cama; y me contestaste que no; entonces me sentí orgullosa de ser la princesita de tus noches de verano. Palabreabas oraciones antes de acostarte, aún con la enagua puesta, y un día decidí que me enseñaras aquella que se llamaba ave maría y que rezábamos tres veces seguidas. ¿Te cuento un secreto abuela? Cuando dormías yo cantaba, porque sabía que sin audífono no me escuchabas, y cantaba alto.  Cómo me gustaba dormir contigo. Porque la libertad y la comprensión que me dabas por el día, la sentía por la noche sólo a tu lado.

Pero mi abuela no era perfecta. Tenía sus manías, acentuadas más o menos. Y una de ellas era mi pelo. Lo que pasa abuela es que yo soy como Sansón, ya sabes, si me lo corto pierdo la fuerza. Mi abuela tampoco entendía que mi tío Pepe trajera para un mes de vacación estival una maleta llena de libros y ensayos en lugar de una maleta llena de ropa. La verdad, es que yo con 7 años tampoco lo entendía. Y es que la cultura pesa y, para limpiar el suelo, más. Y la autonomía que ella, en cierto modo me daba, era a la vez la independencia que ella mantenía en su vida, lejos de las vecinas y los cotilleos de portal. Pero, a diferencia de su reservada forma de ser, ponía todo su empeño y su fuerza, en que yo cumpliera mi labor como la niña que era, la de jugar con todas mis vecinas en el parque, en la piscina, en la calle, la de tener amigas, la de aprender a dar y aprender a recibir en la vida, la de no achantarme y, sobre todo, la de aprender a ser fuerte pase lo que pase.

Y es lo que me ha hecho y lo que nos ha hecho aprender en estos tres últimos años a mi tío Pepe, a mi tío Javier, a mi madre (de la cual me siento muy orgullosa) y a mí. Creo que si aquel Ictus que le dio el 12 de enero del 2009 no acabó con ella, fue para que todos hayamos estado más unidos que nunca, para que nuestra paciencia haya alcanzado los límites máximos de la transigencia y nuestra capacidad de amar se haya disparado desde un cohete que todos hemos lanzado desde un rinconcito de nuestra cabeza sin darnos cuenta. Creo que mi abuela ha sido un ángel, un ángel que no nos ha puesto las cosas fáciles, pero que nos ha enseñado a afrontar las dificultades de la vida trabajosamente, día tras día, gracias a su fortaleza y alegría, gracias a su presumida y optimista forma de entender la vida, que es cantando, cantando alto, como esas noches de verano a su lado, y como ella hasta el pasado martes lo ha hecho.

 "El buen mozo que la ve, va y le dice venga usted, a ponerme en la solapa lo que quiera, que la flor que usted me da con envidia la verá ... todo el mundo por la calle de Alcalá".


Quería agradecerle a mi padre, todo lo que se ha desvivido por ella y a mi tía Ángeles por su extrema dulzura y por estar siempre ahí. Y a todos vosotros (primos/as), porque sin este apoyo en este día florido de entrado junio no estaríamos cantando. TE QUIERO ABUELA.

Escrito por Sara Polo









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