lunes, 28 de febrero de 2011

Lo que deja el amor...

Te quiero, creo que te quiero, si se dice así, o al menos siento que me he enamorado de ti, o no siento que me he enamorado, porque hablar de amor es hablar de ambigüedades y es más sensato explicar que mi vida se convierte en un sin fin de adornadas rutinas relacionadas contigo que no consigo controlar ni detener. Contemplo todo el día el teléfono y no suena, aunque yo imagino que sí, imagino tu nombre parpadeando en la pantalla, recuerdo  cómo huele tu piel, lo inseparable de tus labios, uso tu champú y huelo mi pelo, sonrío en tu sonrisa, me recreo en tu forma de comunicarte con los demás cuando estabas a mi lado, en tus preguntas, en la guitarra bajo tus dedos, en el café Berlín de los lunes, en las cenas de los viernes, pienso en fichas y en ganar colonos y puntos algún día, en un sofá rojo y en tu pequeña isla de Manhattan junto a las cuatro torres, pienso en lo alto de la loma verde cuando llego a tu barrio. Miro las montañas nevadas y, cuando sale el Sol, recuerdo el frío que hemos pasado. Y ahora tengo que hacer como si nunca te hubiera conocido y mantener alimentado el miedo de que la distancia pueda convertirse en nuestro mal, en nuestro error; en el error de que uno salga del juego para siempre y no necesite olvidar ni recordar el día 19 de cada mes, tengo miedo de recoger mi Mac y devolverte tu guitarra, de que se me olviden los acordes de cada partitura aprendida y no estés para recordármelos, de que las fotos queden lejos y, sobre todo, de que tú te olvides de mí. :(